Como ya se habrán dado cuenta, me gusta la literatura y
encuentro en las palabras de poetas y escritores disparadores de reflexiones
que comparto con ustedes. Esta vez le toca a Robert Frost, autor de un bello
poema, “El camino no elegido”. Las
últimas líneas dicen:
Two roads diverged in a wood, and I—
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference
Dos caminos se
bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
¿Cuántas veces nos encontramos ante encrucijadas? Ese lío de
opciones que nos presenta la vida cada tanto. Ante la cantidad de alternativas
solemos paralizarnos y a menudo dejamos que el miedo sea nuestro consejero.
Está allí, susurrando las calamidades que nos podrían suceder si elegimos A en
lugar de B. Pero también podrían se otras voces, menos sutiles y más
imperiosas, que nos instan a no dejar lo malo conocido por bueno por conocer.
Generalmente, nos movemos en algo denominado “zona de
confort”, esa es nuestra zona segura, aquella en la que nos sentimos como pez
en el agua. Esa zona no representa desafíos,
lo que hacemos tiene el gusto de la rutina que nos mantiene a salvo. Hacemos lo que se espera de nosotros y lo que
suponemos que queremos hacer. ¿O acaso la costumbre no tiñe nuestros actos de
dulce monotonía y nos mantiene a resguardo de bruscas crisis que nos piden a
gritos un cambio? Sí, esa zona nos protege. No importa que cada tanto oigamos
un llamado y que cada vez se vuelva más persistente. Todos lo hemos escuchado
en alguna oportunidad, suele ser la molesta voz que nos recuerda algún deseo
muy profundo, un sueño abandonado. O quizás sean, simplemente, unas ganas
urgentes de cambiar de rumbo.
Esos caminos que menciona Frost, me hacen pensar en lo
conocido y lo desconocido. Uno la calma y la seguridad. El otro, puro
descubrimiento y desafío. El camino menos transitado es ese que nos lleva a lo
más profundo de nosotros mismos y allí es donde vamos a encontrarnos con un
espejo terrible, el que refleja lo que queremos ser, lo que podemos ser si
elegimos transitarlo.
¿Me animo a descubrime?
¿Me atrevo a brillar? ¿Me arriesgo a tomar ese camino desconocido, tal
vez solitario, con el objetivo de encontrar mi voz? “¿Qué hay de bueno en todo esto?”,
se pregunta Walt Whitman y acerca una respuesta:
"Que estás aquí, que existen la vida y la identidad,
Que prosige el poderoso drama y que quizás
Tú contribuyes a él con tu rima".
Que prosige el poderoso drama y que quizás
Tú contribuyes a él con tu rima".
Podés. Podés hacer la diferencia. Podés contribuir al mundo
con tus versos. Y si sentís que no, estoy a tu disposición para que puedas.
Esta nota aparecerá publicada en el diario El Semejante, en el mes de agosto de 2013
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